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¿Qué estudiar y dónde?

En la semana salieron los resultados de la prueba de transición de quienes la rindieron con miras a proseguir sus estudios en la educación superior, ya sea en centros de formación técnica (CFT), institutos profesionales, como universidades.

Con los resultados en mano, los estudiantes entran en un proceso de postulación que les exige claridad respecto de qué carrera estudiar y dónde hacerlo. Una decisión compleja, difícil para muchos porque concierne al futuro, al mundo laboral en el que se desempeñarán y a las relaciones sociales que establecerán en un significativo período de sus vidas.

La primera pregunta a responderse debe ser ¿qué estudiar?, y solo entonces responder la segunda ¿dónde estudiar? Respecto de la primera, su respuesta debe tomar en cuenta la voluntad, la capacidad y las posibilidades económicas y laborales futuras. La voluntad tiene que ver con lo que se quiere estudiar, con la vocación, con un llamado interior, con lo que a uno le gusta. No son muchos quienes tienen total claridad respecto de lo que quieren. Algunos sí la tienen desde niños, pero muchos no la tienen, oscilando entre diversas disciplinas no siempre relacionadas.

El segundo factor a considerar es el de nuestras capacidades, nuestras fortalezas, nuestras facilidades. El ideal es que tanto la voluntad como la capacidad coincidan, pero desafortunadamente no siempre se da. Fue mi caso. Quería estudiar periodismo, pero estudié ingeniería. Eran tiempos en los que uno no decidía, sino que lo hacían nuestros padres. Cuando me preguntaron qué quería estudiar, dije: periodismo. La respuesta fue: No, tú me estudias ingeniería. A duras penas me atreví a preguntar: ¿por qué? Porque le pegas a las matemáticas. Así de simple! Eran otros tiempos.

Y un tercer factor que no se puede soslayar es el del futuro laboral, lo que actualmente no es fácil bosquejar porque así como surgen nuevos trabajos, también desaparecen no pocos. Estamos insertos en una sociedad que está exigiendo competencias técnicas cada vez más específicas, pero que al mismo tiempo tienen alto riesgo de obsolescencia dado que muchas de las actividades actuales serán automatizadas. 

En todo caso, no es un tema de vida o muerte. Nos podemos equivocar, aunque no sin costo, la pérdida de uno o más años. Pero esas pérdidas, en el tiempo pueden revertirse en ganancias que se expresen en madurez.

Precisada la carrera a postular, viene la decisión de dónde hacerlo. Para ello hay que sustraerse de la apabullante publicidad que por estos días presiona la decisión en favor de una u otra institución y centrarse en la búsqueda de información confiable y validada particularmente respecto de unas pocas variables. Una de ellas debe referirse al prestigio institucional, dado esencialmente por la calidad de sus académicos en las carreras a las que se está postulando.

El ideal es que dicha calidad se relacione tanto con el nivel de conocimientos, como con su experiencia profesional y su forma de relacionarse con los estudiantes. En el ámbito de la docencia, no basta con ser un experto en su materia, refrendados con títulos y/o grados rimbombantes, si no se tiene vocación y buen trato con los estudiantes. También importa el posicionamiento laboral de sus egresados, ilustrativo de la capacidad institucional en el proceso formativo de sus estudiantes. 

Si bien existen otros elementos que inciden en el prestigio institucional –infraestructura, redes nacionales e internacionales, rankings de calidad, años de acreditación- asumo que están inmersas en los elementos ya mencionados (cuerpo académico y posicionamiento de los egresados).

Otras variables que deben evaluarse se relacionan con beneficios económicos, campus universitario, los ambientes de estudio, la vida universitaria, los laboratorios disponibles, así como su localización, esto es, su cercanía con la residencia habitual. Si bien esto último pierde peso en el marco de la pandemia que vivimos, no cabe duda que la presencialidad, aunque en menor grado, va a seguir presente y siendo fundamental para el desarrollo de la personalidad y del proceso de aprendizaje.

Más allá de lo que digan folletos y la publicidad, importa sobremanera lo que nos puedan decir amigos, conocidos y familiares que han egresado o están estudiando en las aulas de las instituciones donde estamos poniendo nuestro interés. Sus recomendaciones deben ser cotejadas con toda otra información que dispongamos.

El peso que se le dé en la decisión final a las distintas variables mencionadas, dependerá de los intereses de cada uno. Es así como unos pondrán el acento al acceso a la gratuidad o a becas, otros enfatizarán la empatía de los académicos, o simplemente la confianza que inspira una recomendación en particular.

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