No vaya Ud. a creer que quiero sumar la oftalmología a mis limitados saberes. Ocurre que, con el título y metáfora mediante, pretendo aludir a uno de nuestros numerosos y arraigados defectos sociales: la dificultad para distinguir, con suficiente claridad, la diferencia entre lo que está próximo y contingente, de aquello que se sitúa más lejos y es más trascendente. Es que los chilenos no siempre diferimos el corto, del largo plazo. Hoy, por ejemplo, cuando enfrentamos un año particularmente intenso en aconteceres diversos: crisis económica, emergencia sanitaria y definiciones políticas, sería altamente conveniente poder discriminar entre lo accesorio y lo principal. Y separar lo urgente, de lo importante.
Por ejemplo, si nos guiáramos por la información disponible, pareciera que la decisión más trascendental a que estamos convocados este año, es la de escoger Presidente de la República en noviembre. Y todas las otras elecciones, demasiadas en verdad, son de menor entidad política o social. Yo sostengo que no es así. El Mandatario que habremos de elegir en noviembre, más bien en diciembre seguramente, tendrá la misión de conducir al país por 4 años. Pero ese Presidente gobernará ciñéndose a las normas contenidas en una Constitución que elaborarán los Convencionales que elijamos en abril, Carta Magna que, probablemente, normará nuestra vida política y social por harto más que 4 años. Quizás 4 décadas, como la actual. Y tal vez más.
Entonces, distingamos la elección de quien gobernará 4 años, de aquella en que escogeremos a los redactores de normas para 4 décadas. Distingamos el quehacer de corto plazo, el presidencial, de la labor de largo plazo, la convencional. Diferenciemos lo próximo, circunstancial y contingente, de aquello más mediato, pero sustancial y trascendente. Porque, con desazón debo decir, no lo estamos haciendo.
¿Cuántos candidatos a Convencional conoce Ud.? ¿De cuántos podría Ud. decir que tiene certeza de sus ideas, los valores que defienden y los principios que les sustentan? ¿Cuántos de los candidatos a la Convención podría Ud. asegurar que tienen los merecimientos académicos, la experiencia social o la estatura moral, para redactar aquellas normas que regularán nuestra convivencia político social de aquí hacia el futuro? ¿Estamos tomando en serio nuestra responsabilidad cívica de escoger a los mejores? Y, no menos importante, ¿tenemos la certeza de que esos candidatos son los mejores? Hoy se habla mucho más de los precandidatos presidenciales que de los candidatos a la Convención. Estamos debatiendo el corto plazo y descuidando el plazo que realmente importa.
Por eso aspiro a que, de una vez por todas, como sociedad asumamos la importancia de mirar el largo plazo y no enfrentemos la elección de convencionales con los mismos criterios políticos con que escogeremos alcaldes, parlamentarios o presidente. Todos ellos, autoridades importantes, sin duda, se moverán en el estrecho marco de mandatos de 4 años. Pero los convencionales, debo repetirlo, redactarán un documento que podría perdurar por décadas y moldeará, normará y limitará nuestro comportamiento social por un par de generaciones, a lo menos.
Volviendo al título, hoy los chilenos debiéramos ocuparnos de la presbicia, para ver mejor lo que está cerca, pero también remediar nuestra miopía, para observar con mayor claridad lo que está lejos.