Tras un año de pandemia que ha afectado significativamente a la escena cultural con una carencia marcada en presupuestos y oportunidades para diversas disciplinas, vemos que para el libro, que este año es declarado “bien esencial”, no ha sido distinto.
El último informe de la Cámara Chilena del libro (2020)i señala que, a pasar de las dificultades, el sector editorial tuvo un aumento en publicaciones de un 15,96% respecto del 2019. Respecto a la literatura infantil, esta lidera el registro por materia, con un 21,36% de crecimiento.
Las cifras son alentadoras, pero aún percibimos una distancia entre el libro y sus lectores, y esto refiere, principalmente, a la desigualdad existente para acceder al libro, cuyo excesivo impuesto no se condice con su estatus de bien esencial.
Si tenemos un crecimiento en publicaciones del segmento editorial y de literatura infantil ¿Por qué nuestros/as niños/as no leen?, para responder esta pregunta, seria importante considerar cuántas son las iniciativas que incluyen a este segmento en la actualidad, en cada región de nuestro país. Y quizás lo más importante seria preguntarnos:
¿Por qué si el libro es un bien esencial no podemos acceder a ellos a través de bibliotecas con aforos limitados?, ¿Por qué no puede existir un permiso similar al de actividad física pensando en el fomento lector al interior de nuestras familias? ¿Por qué algunos malls siguen funcionando y nuestras bibliotecas deben permanecer cerradas?
En esta ocasión, discreparé de “El Principito” y concluiré diciendo que lo esencial debe ser visibilizado y que esa es nuestra gran tarea.