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Al maestro Francisco Javier Gil

Francisco fue una de esas personas que en ningún caso pasaba desapercibida, pues, frente a las injusticias e inequidades de nuestro sistema de educación actual, nunca guardó silencio y supo remecer conciencias, aunar voluntades académicas y políticas y perseguir colectivamente objetivos que, por su transparencia, sentido social… y datos, resultaban muy difíciles de refutar.

Conocí a Francisco el 2012, siendo él profesor de un módulo del diplomado en Gestión de Instituciones de Educación Suprior en la PUC. Ahí nos compartió con generosidad los principios inspiradores y los importantes resultados obtenidos a la fecha por el programa Propedéutico en la USACH, nos habló sobre mérito e inclusión, sobre el rol ineludible que cada una de las personas que estamos en el mundo de la educación, docentes, académicos y profesionales, tenemos para ir en búsqueda de los talentos académicos, donde quiera que estén y apoyarlos en su proceso de crecimiento personal y profesional.

La pasión que transmitía me motivó a hacer todo lo posible para que, en esos años trabajando en otra institución, pudiésemos ser parte de cinco universidades en el piloto PACE a nivel nacional. Posterior a eso, compartí con él en la División de Educación Superior de Mineduc. Ahí lideró el equipo a cargo de extender el PACE a todo el país. Con un empuje y amor increíble por lo que hacía, logró muchos avances, aunque también se llevó varias desilusiones… pues esperaba que este tipo de cambios en la sociedad, por su urgencia e impacto en la vida de miles de personas, fuesen más rápidos.

Con sus siempre decidores gráficos – «una imagen dice más que mil palabras»- solía repetir, cautivó el interés de rectores y rectoras, de parlamentarios, puso en aprietos a las instituciones del Estado y logró, paso a paso, demostrar con cifras y evidencia estadística, que hay diferentes formas para medir el mérito académico, el Ranking es una de las más importantes, y que, consecuentemente, las políticas públicas y esfuerzos de las propias instituciones deben concentrarse en ir en apoyo de esos miles de jóvenes que, bajo las actuales condiciones, a pesar de su mérito, responsabilidad y esfuerzo, quedan fuera del sistema de educación superior.

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