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“La Pocilga” de Talca

El año 2077 transcurre lento, ha pasado un mes desde que el Cyborg encontró la caja con los casetes y la información. En ese tiempo ha escuchado todos los casetes de la banda y el punk en general, ha investigado sobre otros grupos de punk talquino, rayó las latas de su cuerpo con los nombres de sus bandas favoritas y se autodenominó “Strummer” y lo escribió en su pecho, en honor al vocalista de The Clash. Desertó de la Corporación y ahora es un fugitivo. Por un tiempo se ocultó orillas del río Claro, por el sector antiguamente conocido como Las Tinajas, metido en el subsuelo, en los restos de una vieja bodega de vinos, que en algún momento fue un centro cultural. 

Apenas unos rayos de luz se cuelan por el suelo del lugar para iluminar ese subterráneo mohoso y polvoriento. Es un espacio amplio, vacío, con un par de tarros aplastados y coloridos envases que pudieron ser basura doméstica hace décadas. 

Ese sector está cercado, pues hubo un vertimiento químico en el río que mató toda vegetación hace un par de décadas secándolo todo. Ahora crece maleza espesa en el lugar, que ha ido ahogando construcciones y cualquier vestigio humano.

Frente al fragmento de un espejo, el ciborg inserta un mohicano en su cabeza, hecho con partes de una escultura que encontró en el lugar. Por las noches sale a la superficie, y observa las estrellas, como sus antepasados mapuches, mientras baila un ska. No sabe qué lo lleva a buscar una conexión con algo que va más allá de ondas eléctricas o señales de comunicación.  

En su investigación en los archivos de la red encontró información sobre la banda punk La Pocilga. Pese a que no había mucho material dio con un mensaje alojado en la bandeja de entrada de los populares correos electrónicos, al parecer de uno de los integrantes del grupo, enviado en 2021 a un amigo periodista. La imagen de este precario sistema ya no requiere de un dispositivo interno, sino que se visualiza en su propio sistema interno: 

Los inicios

“Hola loco, acá te envío lo acordado, espero te sirva está información, ¡un abrazo bro! Y gracias.

La Pocilga existió entre 1993–1999, los integrantes fuimos Ronald Riquelme Cartes: bajo (Liceo de Hombres), Daniel Arenas Ortega: guitarra, coros (Colegio Integrado), Paulo Rodríguez Rojas: guitarra, coros (Colegio Integrado), Juanjo Baudrand Retamal: voz (Liceo de Hombres) y Francisco Espinoza Luna (Tato): batería (Colegio Integrado), casi todos de la Villa Río Claro o más conocido como los Edificios de la Florida. En el año 1991 existía otra banda compuesta por Gastón (Hermano de Tato) Arturo (hermano de Paulo Rodríguez), y Juan, llamada Open & Closed que tocaban covers de The Ramones, The Police, y un cover de Sumo, pero solo ensayaban, no alcanzaron a hacer una presentación, los habían invitado a tocar en el “Ombligo” pero no concretaron.

Nosotros, ese mismo año comenzamos a tocar covers de The Ramones y nos hacíamos llamar Los Ratones, también tocábamos las canciones Matarratas, cover de Fiskales ad-Hok y un cover de The Exploited, íbamos a una sala de ensayo que estaba en la Uno Oriente y Diez Sur aproximadamente, luego desde el año ‘93 cambiamos el nombre de la banda a La Pocilga, que marcó el inicio de nuestra etapa más creativa componiendo temas propios. Exploramos con varios covers pero solo tres tocábamos en vivo: Mardito Querer de Santiago Rebelde, Movil Oil Special de Victor Jara, y Noche de Paz de Sumo, además hicimos un guiño a unos dibujos animados que nos gustaban, “Heathcliff”, lo que podríamos categorizar en la actualidad como un sampler.

Los otros covers fueron Libertad Condicionada, Skasi un Chiste que te maten por la patria, y Lo Tradicional, de BBS Paranoicos, también Carne Nueva de EntreKlles.

Una de nuestras primeras presentaciones en vivo fue en un evento en el Liceo Salesianos de Talca, donde había curas y monjas presentes, a los cuales les molestaron nuestras letras contestatarias y decidieron cortar nuestra presentación, nosotros comenzamos a demostrar nuestra molestia y gritarles cosas con el micrófono aún prendido y nos fuimos. Después en el semanario del liceo Salesianos escribieron: “Relevante fue la actuación del grupo La Pocilga en donde demostraron su falta de cultura y postura en el lugar donde hacían su vaga presentación”.

También tocamos en el Liceo de Hombres, en el Liceo B13, en la población Carlos Trupp, en un liceo de Linares, en Jiramonokangufante 1, También en el Club de Leones en Curicó, Universidad Católica del Maule, en “contra toda tradición” en Fin Ombligo Jazz, teloneando a Machuca también en Fin Ombligo Jazz, en una sede social en Villa Los Cerrillos, y en la JJ.CC. 

Dentro de nuestro set de canciones que interpretábamos en vivo estaban: Nuestras Palabras son Ladridos (Intro), Olga Sam, Violencia, Chuma 73, Damajuana / Heatcliff, Móvil Oil Special (cover Victor Jara), Pajarito Contreras, Lo Establecido, Mardito Querer (cover Stgo. Rebelde), Horrorm, Quítate el Kalzón, ¿Cuándo será?, Métete, Ya no es R evolución, Noche de Paz (cover de Sumo, tocada en “contra toda tradición” 24-12-1996), Zalgo, Ska triste, Galeón, X (HxC).

Compartimos en diferentes tocatas y a lo largo de nuestros 6 años de vida con bandas como Los Machuca, Bala Perdida, Asuranseturix Noise, Asociales, Las Tentaciones (ex La Mujer Pala), Resistencia, Los Rebeldes, Búrlense, Después de Alison, Baco, Katapulpo, ADN, Chumeiper Levy, Acaosis, Trifulka, Absolom, Maldición, Pepinillo Agrio y Peter Punk entre otros.

La mayoría de los ensayos eran en el departamento de Paulo, todos escribíamos letras y en conjunto hacíamos la música. Nos juntábamos todos los fines de semana en los departamentos de la Villa Río Claro. Éramos un grupo aproximado de 15 amigos, casi siempre carreteábamos en la Placilla de los departamentos, y con un par de guitarras acústicas terminábamos cantando temas que nos gustaban, después nos dirigíamos a “las compuertas” (Sector Villa Pucara)”. Uno de nuestros últimos ensayos lo grabamos en San Clemente, en casa de Cristóbal Marín.

Algunas de nuestras canciones fueron: “Olga Sam” Quiero ver algo más, más que la rutina diaria/Quiero ver algo más, más que las simples palabras/Quiero ver algo más, más que sangre derramada/La sangre derramada se desliza en el cemento/Todo cae en mí no sé mirar más que a la ventana/La sangre derramada se desliza en el cemento/ Todo cae en mí no sé mirar más que a la ventana…Cierro los ojos y me resguardo en el silencio,/Puede ser que algo me saque, de este estado permanente /Comienzo a morir, como de costumbre/Muero de aburrimiento, muero de aburrimiento, muero de aburrimiento”. 

Strummer

“Muero de aburrimiento”, pensó Strummer y recordó que en el campo de concentración de la Corporación existía una máquina para viajar en el tiempo. En realidad era un prototipo que no había funcionado bien y había dejado a varios viajeros entrampados en el pasado o el futuro. De igual forma decidió ir por ella. 

Travelling largo en cámara lenta, al llegar a la Plaza de Armas y entre las ruinas de la Catedral aparece una mutación de perro salvaje que lo ataca, esperando devorar sus partes humanas. Con rapidez no humana, Strummer esquiva al can mientras le dispara dándole en la cabeza, se revuelca en el piso hasta que muere. Son muy comunes los animales salvajes con mutaciones que deambulaban por la superficie, los sitios abandonados y las ruinas, caballos, vacas, leones, elefantes, gatos, perros, guarenes, todos con mutaciones y cruzas raras de especies. Estas transformaciones fueron el resultado de la manipulación genética sin escrúpulos, de años de acumulación de pesticidas, además de la escases de agua y la contaminación del aire. 

La antigua municipalidad, emplazada en el centro de la ciudad, ahora sirve de bodega del Campo de Concentración de la Corporación. Amparado en la oscuridad de una noche negra. (Visualizado desde una cámara frontal en la cabeza del ciborg) Strummer se eleva impulsado por unas hélices que salen de sus hombros y un motor que está en su parte trasera, se mueve al costado de la Uno Oriente y tras romper la ventana del segundo piso ingresa al edificio.

Con su visión infrarroja detecta la maquina envuelta en unos plásticos, con una forma similar a la de un ataúd, la descubre y la conecta a la corriente. Dubitativo, como si la fracción humana de su cerebro lo dominara más que antes, saca una especie de masa hecha con arcilla y plasticina de un morral que tomó de Las Tinajas, cubre su parte robótica del rostro y moldea un pómulo similar al que posee, sobre la estructura robótica, para armar su cara. Se observa en el reflejo de una ventana: “Así sería si fuese un humano” piensa, mientras toma un largo abrigo de cuero que está entre unas bolsas de basura. Encuentra unas botas largas para el agua, con el signo de la Corporación y se las calza. “Estoy listo”, dice en su mente y entra a la máquina. En el tablero presiona las teclas con la cifra “1996”.

Sin claridad sobre el tiempo que ha pasado al viajar en el tiempo, Strummer aparece en medio de un potrero. Plano panorámico desde el aire en un dron, que baja hasta llegar a la cabeza del robot: sale de la maquina en la noche estrellada de ese Talca noventero.

A lo lejos escucha el ruido de una batería y unos gritos. Usa radar interno para identificar la ubicación, está entre la población Nueva Holanda y la Villa Los Cerrillos. Guiado por el sonido, tan parecido a los casetes que ha escuchado, avanza hacia su origen (plano secuencia). “Suena como una tocata”, piensa el Cyborg, acelerando el paso, cubriendo su mitad robótica con el abrigo y las botas.

El sonido se empieza a acrecentar y cree reconocer una de las canciones. Es una pequeña construcción de madera, afuera divisa una muchedumbre. “¡Hey Amigo! la entrada es por acá”. es un humano, un joven de sonrisa amplia, polerón y jockey en la cabeza; el tipo se le acerca y le ofrece un vaso de vino tinto.  Strummer apenas puede formular palabras y en un español deficiente le dice “hola” y acepta el líquido.

Quédate a vernos, ésta es la primera tocata de mi banda, ¡nos llamamos ADN… oh! ese tema es bueno!, vamos, entremos a vacilar a La Pocilga, aguante Clash”. Strummer (continua el plano secuencia) sigue al muchacho. Aunque parezca frío y sin expresión, se siente cada vez más confuso, pero emocionado. Esto se ve como lo imaginó: una multitud apiñada en ese pequeño espacio bailando al ritmo de las guitarras aceleradas, el ska, y los gritos. Se mete al círculo y gira y gira, entregado al ritual punk, saltando y bailando, enorme, con sus vestimentas extravagantes para el momento.

Algo falla, pierde el equilibrio y cae al piso. De inmediato alguien toma su brazo y lo incorpora al círculo mientras escucha la voces diversas que corean al unísono: “Violenta carga policial, al intentar desalojar/El territorio okupao pegando palos con violencia/Violencia, violencia, violencia cia cia cia./Por declarar nuestra oposición contra el estado y su violencia”.

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