“Jurídicamente muy sólido y políticamente prudente”. Así califican sus cercanos al abogado y experto constitucionalista Tomás Jordán Díaz, y quien durante los últimos años se convertido en el foco de atención, cuando de interiorizarse y proyectar el proceso constituyente se trata.
Su experiencia en el tema lo llevo a convertirse, entre los años 2014 y 2018, en asesor del Ministerio Secretaría General de la Presidencia para la Reforma Política y la Nueva Constitución.
Hoy, con un proceso constituyente en marcha, este abogado oriundo de Linares, se siente como “pez en el agua”. Su conocimiento y manejo de la cuestión constitucional lo han convertido en un habitué de los medios de comunicación y también a la hora de asesorar a instancias parlamentarias y orientar a organizaciones a lo largo y ancho del país.
Haciendo un alto en sus actividades, el también académico de la Universidad Alberto Hurtado, dialogó con Diario Talca, ocasión en la que proyectó lo que será este momento histórico para el futuro de la Nación, reconociendo además que, si bien en el tema constituyente hay una mixtura de elementos, lo que vino después del estallido social, “claramente fue el impulso final hacia una nueva Constitución desde la ciudadanía”.
¿Es un punto a favor del proceso el hecho que su génesis está dada más bien desde lo popular que desde las elites?
“Su particularidad es que no es un proceso únicamente generado desde la elite, desde arriba hacia abajo; sino que más bien en una confluencia entre ciudadanía movilizada y elite, que a mi juicio tomó las decisiones correctas en un momento complejo.
No hay que olvidar que frente al estallido y las complicaciones que éste tuvo, hubo un acuerdo del sistema de los partidos y fuerzas representados en el Congreso, que institucionalizó y canalizó ese conflicto social y político; pero además fijó un itinerario constitucional.
Lo anterior es destacable, pero lo que quedaría pendiente es cómo la convención se sigue conectando con la ciudadanía, a través de instrumentos de participación. Esto es un desafío, porque ello le otorga mayor legitimidad al proceso”.
Hoy también asoma como esencial lo que se quiere plasmar. ¿Cómo se proyecta este período, en el que ya vemos a partidos políticos entregando sus propuestas e ideas matrices de cómo debiera ir orientado el texto constitucional?
“La de constituyentes será una elección programática. Será sobre visiones constitucionales futuras. Lo que viene en los próximos meses es una discusión sobre qué Constitución tener y cuáles van a ser esas diferencias que tendrá con la actual.
Teniendo a la vista los resultados del plebiscito, donde un 78 por ciento quiere una nueva Constitución, es evidente que tiene que ser un nuevo texto. Aquí me refiero a la relevancia de los derechos, dejar que sea un texto con una impronta de las libertades económicas a una impronta que haga prevalecer los derechos sociales o dejar de ser un Estado unitario hipercentralizado a un estado que otorgue mayor poder local o distribuya el poder territorialmente. Tal vez, que deje de ser una Constitución subsidiaria a una más social o bien que el régimen político deje de ser presidencialista y empiece a equilibrarse con el Congreso.
Por otra parte, habrá temas que serán ineludibles. Hoy con los escaños reservados, sin duda se tendrá que abordar el estatuto constitucional de pueblos originarios; y lo propio en lo que respecta a la paridad, porque no es que sólo se escriba paritariamente, también y con seguridad absoluta, emanarán normas de igualdad entre mujeres y hombres”.
¿Entonces, a todas luces, más allá de las posturas válidas y razonables, el consenso será fundamental al momento de elaborar el texto legal?
“Sin duda. La exigencia de los 2/3 va a requerir mucho talento y voluntad de buscar acuerdos, porque es evidente que habrá una pluralidad de candidatos y por ende tendremos una convención muy diversa. Ahí tendrá que aparecer esa capacidad de sus integrantes para buscar el quorum necesario, y es que, de lo contrario, el camino será muy cuesta arriba.
Éste es un escenario nuevo. Tendremos un órgano de convención de muchos colores distintos, incluso mucho más diverso que el Congreso donde ya hay 17 fuerzas representadas. Al haber un 60 por ciento de candidatos independientes podríamos previsualizar una instancia muy plural y eso pondrá una doble exigencia: que es reconocer esa diversidad y que se logren acuerdos mínimos sobre temas constitucionales”.
Desafío institucional no menor. Hoy la ciudadanía es más demandante, participativa y exige a sus representantes estar en sintonía y a la altura de las circunstancias.
“Ése es un súper tema. Junto con la participación de la que hablamos, es esencial también que existan criterios de transparencia y de rendición de cuentas (…) Lo más seguro es que tengan que tomarse decisiones reglamentarias de que las sesiones sean públicas, que se trasmitan y que existan plataformas habilitadas que vayan en esa línea. Por eso, las declaraciones de algunos que pedían espacios de secretos o reserva, fueron poco felices, y es que van contra toda lógica de cómo opera hoy la ciudadanía”.
Lo lógico entonces sería que los constituyentes vayan rindiendo cuenta de su trabajo…
“La convención tendrá que hacerlo. Deberá realizar lo que se llama devolución, que es ir señalando que caminos van tomando, en qué hay acuerdos y en qué no. Es necesario dar a conocer a la ciudadanía los resultados de su trabajo.
A eso debemos sumar también el criterio de inclusión, y eso apunta a que sí más de los 2/3 de los convencionales no son de Santiago, se hace imperioso establecer políticas que vayan en esa línea. De ese modo la gente pueda ser escuchada desde los territorios.
Por ende, habrá una mezcla de varios factores que permitan ir conciliando el trabajo que lleve adelante la convención con esta ciudadanía más demandante”.
Estamos frente a una comunidad más preparada y exigente. ¿Significa eso que existe interés de la gente por el proceso?
“Me parece que por la cantidad de personas que votaron en el plebiscito, principalmente jóvenes que no lo estaban haciendo en procesos anteriores, se da cuenta de un interés real y altísimo sobre el asunto constitucional”.
Interés que luego se convierten en altas expectativas…
“Bueno lo que se debe diferenciar, y ahí existe una tarea que obligatoriamente deben asumir los candidatos y candidatas, es diferenciar lo que es constitucional propiamente tal, de las discusiones futuras, a partir de las nuevas reglas del juego y reglas democráticas constitucionales. Debemos decir que una Constitución no soluciona de un día para otro los problemas. Lo que hace es fijar las directrices que orientan el camino hacia donde deben ir tomándose las nuevas decisiones (…) Hay mucho interés, y por lo mismo me parece necesario señalar que en este proceso hay dos momentos distintos y que la gente debe conocer. Uno dice relación con los principios, los grandes temas y valores nuevos que se quieren instaurar; y, en segundo término, cómo el órgano Legislador y el Ejecutivo futuro discutirá y tomará decisiones con base a ese acuerdo constitucional”.
El tema está en cumplir esas expectativas, porque de lo contrario vuelve el desánimo, aparecen las desconfianzas y la credibilidad se vuelve a fracturar.
“Eso es así, sobre todo que hoy estamos enfrentando unas crisis del sistema político, y que debe ser corregido. Una democracia no funciona sin partidos (…) Hoy han surgido nuevos grupos que han emergido, y donde se ve una voluntad de involucrarse en lo político con propuestas e iniciativas. En principio, ello es positivo, pero tiene el riesgo, efectivamente, que no se cumplan las expectativas que las personas tienen puestas en sus representantes y los proyectos que lideran.
Esperemos que estén ecualizadas expectativas con promesas. Al menos, si la Constitución cambia hacia un modelo un poco distinto, podríamos empezar a visualizar una conciliación entre esos conceptos. Hay que recordar que el estallido social tiene como diagnóstico claro la desigualdad, y sería muy ‘contra ciudadano’ que la Constitución no fijara ciertos marcos generales para combatir esa disparidad”.
¿Se ha necesario también dar valor y trascendencia a los constituyentes, sobre todo que el 11 de abril corren en paralelo las elecciones de alcaldes, concejales y gobernador regional?
“Totalmente. Y es un hecho que las próximas elecciones lo constitucional irá muy de la mano con lo regional y con lo local, y es que a partir de mayo va a estar en discusión el cómo vamos a distribuir el poder territorial. Entonces, sería muy importante que los candidatos a alcaldes o gobernadores generen ese nexo que es clave y tengan ciertas percepciones, de manera que en conjunto con los constituyentes puedan mirar y entender hacia donde hay que cursar el nuevo modelo de estado nacional.
Puede resultar muy útil para los constituyentes que quienes aspiran a cargos comunales y regionales transmitan y expongan sus visiones sobre la necesidad de descentralizar y de tener mayor poder local. Así, el mensaje no sólo se recibe desde la ciudadanía, sino que también de quienes serán parte activa de los procesos eleccionarios paralelos. Todos serán corresponsables de generar un ambiente constitucional”.
Asoma en el debate si se debe seguir en un sistema presidencialista o avanzar a otro modelo…
“Eso ya se discutió en la Constitución del 25. Hoy vuelve a ser tema el si vamos a seguir siendo presidencialista y qué tipo de presidencialismo, quizá más moderado o parlamentarizado, avanzar a uno semipresidencial o derechamente parlamentario.
Eso sí, hay que tener a la vista que cuando se toma esa decisión, estamos definiendo cuál de los dos poderes, el Ejecutivo o el Legislativo, serán el pivote o el principal. Y ahí mi posición es que el presidencialismo actual hay que atenuarlo, hacerlo más parlamentarizado, en el sentido de equilibrio de funciones con el Congreso y que éste tenga más responsabilidades”.
¿Y el país está preparado para renunciar el presidencialismo?
“En el discurso aparece atractivo abandonar el presidencialismo, pero no debemos olvidar que hoy hay una crisis muy profunda y una reacción muy anti partidos. Pero son esos mismos partidos los que en definitiva son el pivote del semipresidencialismo y el parlamentarismo.
A eso sumémosle que podemos tener una convención con muchos independientes; entonces si hoy tenemos una coyuntura y cultura anti partidos, sería contradictorio que se termine fortaleciendo a los partidos dentro de la convención. Así, el diagnostico, creo yo, puede a ir más bien en un presidencialismo más atenuado”.
Pero contar con partidos políticos debilitados no es negocio para la democracia…
“Uno de los desafíos que tiene la convención constitucional es necesariamente fortalecer los sistemas de partido. En el país se ha generado una idea de que aquello que no es de partido es sinónimo de virtud moral, y eso no es cierto.
Las democracias estables son aquellas que cuentan con partidos sólidos (…) Lo que pasa es que en Chile hay que renovar, oxigenar el sistema de partidos y generar mecanismos e instrumentos que los fortalezcan. Sólo así tendremos colectividades con democracia interna, con control, transparentes, y que puedan ser fiscalizados y auditados.
Si creemos que vamos a tener una democracia exitosa sin partidos, eso es el camino al fracaso. No existe un sistema que tenga esa fórmula. Los países desarrollados política y económicamente son todos con sistema de partidos fuertes (…) Abordar este tema es una decisión republicana que tienen que tomar los convencionales, hombres y mujeres que resulten electos”.