
Diciembre suele traer consigo un cansancio que muchos atribuyen al cierre de año, pero que en realidad es la expresión de un desgaste más profundo. Este agotamiento de fin de año, que se manifiesta en irritabilidad y dificultad de concentración, se ha vuelto especialmente evidente en Chile, donde un 58% de los trabajadores declara que las vacaciones no suficientes para una recuperación real, según la Radiografía de Vacaciones 2024 de Mutual de Seguridad.
En nuestro país, este desgaste avanza de manera silenciosa, mientras la productividad se mantiene, la salud mental se deteriora sin que siempre lo advirtamos. El mismo estudio muestra que cerca del 89% de los trabajadores experimenta síntomas asociados al desgaste laboral o estrés, y que un 60% duerme menos de siete horas diarias. Son cifras que evidencian un clima de fatiga que atraviesa sectores y realidades diversas, que nos obliga a mirar el bienestar laboral con más seriedad.
La SUSESO ha advertido que los trastornos de salud mental son hoy una de las principales causas de licencias médicas en Chile y que la ausencia de pausas reales incrementa el riesgo de ausentismo. A este diagnóstico se suma un dato preocupante, un 47% de las personas trabajadoras declara sentirse más cansada que el año anterior. En este contexto, distintas autoridades insisten en que el descanso y la desconexión no deben ser un privilegio, sino elementos estratégicos para la salud mental y la sostenibilidad del trabajo.
En resumen, las vacaciones, por sí solas, no revierten el desgaste. La recuperación no depende solo del tiempo libre, porque muchas personas regresan a entornos igual de exigentes: responsabilidades de cuidado, presiones económicas, falta de desconexión y autoexigencia, que diluyen rápidamente el efecto reparador del descanso. Para gran parte de los trabajadores, las vacaciones no llegan a convertirse en un verdadero descanso, cambian de escenario, pero no de nivel de demanda. Entender esa interacción es clave para abordar el problema de forma seria y sostenida.
Chile necesita, con urgencia, resignificar el cansancio y las vacaciones. No basta con resistir o acumular días libres. La recuperación requiere un autocuidado posible y entornos que realmente permitan descansar. Aunque no existan soluciones inmediatas, hay prácticas que pueden abrir pequeños espacios de recuperación. Reducir la hiperconectividad fuera del horario laboral, incorporar micro pausas durante el día, establecer límites, compartir cargas y conversar abiertamente sobre ritmos de trabajo. Si bien no reemplazan los cambios estructurales que el país requiere, ayudan a que el descanso sea una posibilidad más real.
El agotamiento de fin de año no es pasajero, sino la señal de un paradigma de vida y de trabajo que exige más de lo que devuelve. Mientras no abordemos esta realidad, seguiremos llegando exhaustos a diciembre e iniciando cada enero con menos energía. Solo comprendiendo este entramado podremos avanzar hacia condiciones personales y organizacionales que permitan realmente recuperar la energía física y emocional.
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María Angélica Montecinos
Académica Carrera de Psicología
Universidad Autónoma de Chile – Talca








